Estoy en
falta con mi amigo, él lo sabe y yo también.
La falta a
simple viste no parece grave, pero en el fondo los dos sabemos o al menos yo,
que algo ha cambiado y me siento raro ante esta situación.
Quien lea
esto, pensará que se trata de una relación de pareja por el grado de dramatismo
(mi mujer insiste en que soy medio queen drama, puede que esté en lo cierto)
expresado en las primeras líneas, pero no sólo se trata de una larga amistad.
Una larga
amistad que comenzó hace ya muchos años, que luego de esa misma se
desprendieron otras dos amistades que hicieron un gran grupo de cuatro. Esos
cuatro supieron viajar, vacacionar, afrontar buenas y malas, el tiempo después
y algunos otros condimentos supieron separar. Quedamos tres y luego tan sólo
fuimos dos, como al principio.
Antes de
sentarme a escribir esto, pensé varias veces cual era el primer recuerdo que
tenía junto a mi amigo. Rápidamente se me vino a la memoria que el primer o
segundo día de clases en séptimo grado - yo recién me había cambiado de escuela
– él me invito a jugar al fútbol a su casa.
Luego de ese día
nuestras tardes las pasamos en su casa, en la mía y en la de Ignacio, ahora
recuerdo que también supimos ser cinco.
La primera
vez que salimos a bailar todos juntos o algo parecido, fue en uno de sus cumpleaños,
hizo un asalto en su casa y allí estábamos todos. Como siempre, los varones
bastante boludos y mucho más en esa época, terminamos jugando al fútbol y las
mujeres se retiraban de a una confirmado el nivel de boludismo existente.
Después de
eso fueron tres años juntos en la escuela, el grupo de amigos tuvo sus altas y
bajas, como todo grupo. Se fue Guille y llegó Ignacio, más conocido como el Paya,
nos amigamos con el Enano - según consta en su DNI Andrés Mostafá - y el por
entonces el gordo Pedro también se sumó.
Ese ciclo
educativo concluyó y la mayoría terminamos dispersos en otras escuelas. De
todas formas pudimos seguir en contacto. Sin vernos todos los días las caras
dormidas en el banco de al lado, supimos encontrar en la semana un rato para
hacer algo los cuatro.
Para ese
entonces, ya éramos sólo Pedro, Pablo, Andrés y yo.
No voy a
detallar los como ni los porque, pero la gente crece, la gente cambia y vuelve
a cambiar y de repente el grupo se fue distanciando, hubo algunas causas
entendibles o debatibles y también hubo silencios, pero la realidad es que esa
idealización de amistad que uno tiene en los primeros años de la adolescencia
se va transformado.
En mi caso
fueron apareciendo nuevas amistades como el Flaco y mucho más tarde el Zurdo.
Ellos supieron ser grandes consejeros y coincidentemente muy buenos cebadores
de mate, además entre los tres compartimos la misma profesión.
El Flaco se
fue antes que Pablo pero al mismo destino, terminó la escuela y partió a La
Plata a seguir estudiando.
Poco tiempo
después que le contara que iba a ser papá, Pablo comentó que el partía hacia La
Plata. Sabía que con la partida del narigón una parte de esos recuerdos
adolescentes se iban también.
Aquí sólo
quedaba el Zurdo.
El Zurdo dejó
la ciudad hace poco y por suerte para él con un aire que le renovó las ideas y
el corazón. Salud por él, que al igual que el Flaco siguen presentes a través
de la web y el celular.
A mi amigo
Pablo - a quien en una biografía que nunca se escribirá señalarán como la
primera gran amistad de J, ese soy yo - le digo feliz cumpleaños. Se lo digo, porque por estas distancias y esa
extraña sensación de pensar que nuestra amistad no es la misma, no llamé el
último 25 de abril.
hermoso texto! abrazo enorme amigo!
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